Debo señalar que tengo conocimiento que el alcalde le ofreció el negocio de aparcadero municipal a un socialista de la Región Metropolitana de nombre Gabriel Pozo, de esta situación me enteré en un almuerzo en el restaurant “El Alejo” ex Tomacho. En esa ocasión nos juntamos con Juan Ramón y Palamara, momentos después llegó este empresario de nombre Gabriel Pozo, y éste último le preguntó, con un tono de molestia, a Juan Ramón, cuándo salía el tema del aparcadero que le había ofrecido, que él ya había arrendado el terreno y había invertido dinero. Recuerdo que Juan Ramón le dio explicaciones y le mencionó que pronto saldría el negocio y que no se preocupara. Me llamó la atención que esta persona le hablara bruscamente al alcalde y le pidiera explicaciones. Yo después supe que no se llegó a concretar lo del aparcadero, pero no supe más del negocio ni de Gabriel Pozo tampoco”.
La narrativa desentraña una compleja trama de promesas y expectativas en torno al aparcadero municipal de Rancagua, revelada en un encuentro casual que arroja luz sobre las dinámicas de poder y negociaciones en el ámbito municipal. La mención de Gabriel Pozo, vinculado a numerosos procesos bajo la Ley del Lobby en representación de empresas de custodia de vehículos, añade una capa de intriga al asunto, especialmente cuando se considera la abrupta intervención de la seremi de salud que desencadenó una crisis por la clausura del recinto, seguida por la sospechosa aparición de una empresa privada que asumió las funciones del aparcadero municipal bajo circunstancias cuestionables. Este episodio, marcado por la denuncia de una licitación aparentemente dirigida, destapa no solo las irregularidades en la gestión municipal sino también las complejas redes de influencia y los intereses entrelazados en la administración de los espacios públicos.
